
A lo largo de los siglos, la naranja ha sido parte activa de la gastronomía nacional y, si bien no ha sido protagonista, sí ha sido actriz secundaria de relevancia en muchas de las recetas antiguas de cocina.
Las naranjas amargas eran protagonistas en las recetas antiguas
Sabemos que etimológicamente su nombre procede del término del sánscrito narang -aunque este idioma adaptó de otro por aún por determinar- y nos llegó porque pasó al persa, luego al árabe y, finalmente, al español.
Y es que fueron los árabes quienes introdujeron la naranja amarga o citrus aurantium en España, con fines medicinales y aromáticos, aunque poco a poco, el fruto de estos árboles comenzó a participar en la cocina.
Las naranjas amargas se consideraban un aderezo más en los recetarios antiguos y como tal se usaban mucho, tanto para los platos de pescado como los de carne, además se utilizaba para hacer exquisitas mermeladas de naranja (de las que aún seguimos disfrutando como ya os contamos).
En las recetas de pescado usaban algunas rodajas para ponerlo al horno o lo regaban con su zumo, al igual que con las carnes, mientras que los escabeches eran perfeccionados en sabia combinación con los limones.
En la actualidad, el cocinero Paco Morales, en su restaurante Noor -basado en la indagación en los sabores tradicionales-, es uno de los paladines para recuperar ese sabor en la gastronomía patria, de devolvernos las recetas antiguas de cocina.
La llegada de las naranjas dulces a la península
No sería en el siglo XVI, cuando Portugal, de la mano de Vasco de Gama, nos traería la citrus sinensis (la naranja que conocemos) y la citrus reticulata (la mandarina) ambas de sabor dulce, como nos cuenta María Ángeles Pérez Samper en su libro Comer y beber. Una historia de la alimentación en España.
Tardarían muchos siglos en desbancar a la naranja agria en los recetarios, como vemos en algunas recetas antiguas con naranjas que hemos recuperado.
Helado de flor de naranja, de El Practicón de Ángel Muro

Se toman ocho onzas* de flor de naranja y doce de azúcar, que se delíen con dos azumbres de agua; después se echa hirviendo sobre las flores de naranja puestas en una vasija, se tapan bien y se dejan así en infusión por espacio de seis horas; se pasa por un tamiz y se hiela.
Esta receta la encontramos en el El Practicón. Tratado completo de cocina al alcance de toros y aprovechamiento de sobras (1894) de Ángel Muro, que fue un gastrónomo reputado o cocinólogo -como lo denominó Xavier Domingo- . Hasta antes de la Guerra Civil Española, este era el libro más consultado por los amantes de la buena mesa, tuvo 34 ediciones. Destacó como conferenciante en la materia y es un referente indiscutible en lo que se refiere a la gastronomía española que lo mencionan en todos sus tratados.
*Una onza son 28,70 gramos. Ocho onzas son unos 230 gr. Doce onzas son unos 350 gr. Una azumbre son 2,016 litros y dos unos cuatro litros.
Naranjas acarameladas, de La cocina práctica de Picadillo

Una vez mondadas las naranjas se dividen en cuatro partes cada una. Se dejan de esta forma durante dos horas para que se sequen, y se meten después en un almíbar a punto de carmelo, sacandolas con cuidado y colocándolas en una fuente para que se sequen y acaramelen. Una vez conseguido esto, se sirven formando una pirámide.
Con este libro, La cocina práctica (1903), Manuel María Puga y Parga -alías Picadillo-, consiguió un gran éxito y fue, por cierto prologado por Emilia Pardo Bazán. Es, de alguna manera, su reivindicación de la cocina patria frente al afrancesamiento que se producía en las mesas de la alta sociedad. Aseguraba haber probado antes todas las recetas que recogió en su libro de las cuales era mero notario. Y como el mismo dice en el prólogo: “Mi libro está dedicado a la vida ordinaria de las familias; tiene por objeto la preparación de platos de consumo corriente y casi diario. En él se encontraran fórmulas sencillas y concretas para toda clase de alimentos; todas ellas, como ya he dicho, experimentadas y de resultados seguros.” Pues eso.
Salsa de naranjas agrias, de La cocina española antigua de Emilia Pardo Bazán

Medio vaso de caldo, otro tanto de jugo, unas cuantas tiras de corteza de naranja agria, una cucharada de fina manteca amasada con una pulgarada de harina, sal y pimienta gorda. Se incorpora bien la mezcla a la lumbre, y al retirarla se rocía con el zumo de una naranja agria.
De la mano de la gran condesa de Pardo Bazán, Doña Emilia, llega esta antigua receta perfecta para acompañar carnes en La cocina española antigua (1913). Aunque es bien conocida como novelista, Pardo Bazán desarrolló otras facetas con gran ímpetu como las de gastrónoma, periodista o feminista (esta colección de libros iba dirigida a ellas para mejorar su cultura) que entrelazó. Sin duda, es un referente histórico y literario nacional y en la cocina, ya que a su esfuerzo por recopilar el recetario del país en distintas publicaciones le debemos la memoria de nuestras cocinas del siglo pasado, que ella misma definió como documento etnográfico de gran importancia. Como bien decía “Hay platos de nuestra cocina nacional que no son menos curiosos ni menos históricos que una medalla, un arma o un sepulcro”.